San Esteban, protomártir
El 26 de diciembre, día siguiente del nacimiento del Hijo de Dios, celebramos la muerte del primer mártir.
Y es que este Niño que nace es aquel que, por fidelidad al camino de Dios, llegará hasta la cruz; y como él, sus seguidores son llamados a ser testigos («mártires») de la Buena Noticia con la totalidad de su vida.
– Este martirio, no obstante, lo celebramos como una fiesta gozosa: la muerte de Esteban es su nuevo nacimiento, es la participación de la Pascua de Jesús.
– Recordamos hoy también quién fue Esteban y por qué lo mataron: él es el hombre abierto que comprende que la Buena Noticia de la fe cristiana significa apertura a todo el mundo, rompiendo el círculo de normas y leyes del judaísmo. Y eso, los fundamentalistas de su tiempo no se lo podían tolerar.
– Y Esteban destaca también porque personalmente creía y vivía totalmente el mensaje de Jesús: él, como Jesús, hace aquello tan difícil de amar a los enemigos (la oración nos hace pedir que también nosotros lo sepamos hacer).
1.- Hch 6, 8-10. 7, 54-60
1-1.
En la acusación de Esteban Lucas ha seguido el mismo esquema de la acusación a Jesús, tanto en el proceso contra Jesús como en el que ahora se sigue contra Esteban sus buscados falsos testigos. A ambos se les acusa de actitud y palabras blasfemas contra la ley y el templo. La misma actitud hostil de los dirigentes judíos que excitan a la muchedumbre contra los acusados. Son llevados al mismo tribunal, el Sanedrín, que les condenará por los mismos motivos.
Esteban era diácono, es decir, encargado del servicio de comedor durante los ágapes o comidas fraternas. Estaba al servicio de los más pobres.
«Esteban lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios.
Deberíamos pedir esa «mirada interior» que nos hace ver lo invisible. De esa visión Esteban sacó su fuerza y nadie pudo doblegarle.
Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo.
«Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre, hablará por vosotros».
Serán llevados a los tribunales y juzgados en cuanto mensajeros y anunciadores de la Palabra Dei. La Palabra de Dios es llevada al tribunal de los hombres y como es Dios -su Palabra- el encartado en el pleito, él se defendería, dará a los discípulos la palabra oportuna para su defensa.
Saulo cambiará pronto su nombre por el de Pablo. S. Pablo conservó toda su vida un recuerdo vivo de las persecuciones en las que había participado. Aquel día estaba allí. Miraba cómo mataban a un hombre a pedradas. Estaba de acuerdo con esa tortura: guardaba los vestidos de los verdugos que se habían puesto más cómodo para su tarea.
Desde aquel día, Saulo debió de hacerse una pregunta: «¿De dónde le viene ese valor y entereza? Hoy, todavía, la mayoría de las conversiones, vienen de un testimonio… de alguien cuyo modo de vivir suscita una pregunta.
-Pío XII: «Que tu conducta y tu palabra puedan significar un llamamiento de Dios a la mente y al corazón de los que de El están alejados».
«Señor, no les tengas en cuenta esta pecado». Esta es la novedad del Evangelio, capaz de suscitar una pregunta, pues hace al hombre capaz de orar y amar a quien los destruye.
1-2.
Los ángeles de Navidad jamás anunciaron a un «Jesusito» dulzón y sosito. Anunciaron a un «salvador»; y es por la cruz que Jesús nos salva.
Esteban, según los Hechos de los Apóstoles es el «primer mártir», el primero en seguir a su maestro, al llevar, él también, su cruz. Esteban reproduce la muerte misma de Jesús.
-Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales.
Era «diácono» es decir «encargado del servicio de comedor» durante los ágapes o comidas fraternas, en el curso de las cuales los primeros cristianos celebraban la eucaristía
(Hechos 6, 2-3). Estaba al servicio de los más pobres. Fue nombrado para ese cargo esencial para aliviar de esa tarea a los apóstoles. (Hechos 6, 1-2.)
Desde el principio, la Iglesia tuvo que hacer frente a situaciones de penuria, entre los sacerdotes. ¿Presto atención a las necesidades de los más pobres?
¿Soy capaz, como Esteban, de poner mis aptitudes al servicio de los más necesitados?
-Unos de la sinagoga se pusieron a discutir con Esteban; pero no pudieron resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. Se encolerizaron contra él… Pero, Esteban, lleno del Espíritu Santo, miraba fijamente al cielo… y vio la gloria de Dios y a Jesús en pie a la diestra de Dios.
Danos, Señor, esa «mirada interior», que nos hace ver lo invisible. Danos el Espíritu. Fue de esa «visión» que Esteban sacó su fuerza. A partir de ello nada pudo detenerle ni doblegarle.
-Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo.
Este cambiará pronto su nombre por el de Pablo. San Pablo conservó toda su vida un recuerdo muy vivo de las persecuciones en las que había participado. Aquel día estaba allí. Miraba cómo mataban a un hombre a pedradas.
Estaba de acuerdo con esa tortura: guardaba los vestidos de los verdugos que se habían puesto más cómodos para su tarea.
Desde aquel día Saulo debió hacerse una pregunta: «¿De dónde le viene ese valor y entereza?»
HOY todavía, la mayoría de las conversiones vienen de un testimonio… de alguien cuyo modo de vivir suscita una pregunta.
Mi vida ¿suscita una pregunta a los incrédulos que me conocen?
¿Hay a mi alrededor quienes podrían descubrir el móvil de mi vida? ¿Este mirar al cielo y ver a Jesús en pie?
-Esteban oraba mientras le lapidaban…
Mirad a uno que, en verdad, es más fuerte que sus verdugos.
-«Señor Jesús, recibe mi espíritu… Señor, no les tengáis en cuenta ese pecado.»
La más pura joya del evangelio: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, rogad por los que os persiguen.»
La víctima que «ama» a los que la dañan.
Jesús fue el primero en hacerlo.
Es la actitud evangélica por excelencia, el amor universal, sin condición y sin frontera…
La novedad del evangelio, capaz de suscitar una pregunta al hombre.
¿A quién debo perdonar? ¿A quién he de ofrecer ese amor que va más allá de las concesiones humanas?
No pasar ligeramente sobre esas dos preguntas, propias para ese tiempo de Navidad.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO – NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 60 s.
2.- Mt 10. 16-22
2-1.
Tres festividades de santos siguen inmediatamente a la de Navidad: San Esteban, San Juan, los santos Inocentes.
La fiesta de Navidad es todo dulzura, pero no es sensiblera.
Somos nosotros quienes hemos hecho del «Belén» algo gracioso… y de los pastores una ocasión de evocación pastoril emotiva…
De hecho, el primer pesebre era ante todo el símbolo doloroso de la pobreza, de la miseria: un pesebre es lo contrario de una cuna. Todas las madre del mundo escogen las telas más finas y las cunas mas bonitas para recostar a sus bebés…
Dios sólo ha tenido derecho a un rústico pesebre. La cruz se perfila ya. San Esteban fue el primer mártir.
El primero en seguir verdaderamente a su maestro llevando la cruz, como otro Cristo.
-Jesús decía a sus discípulos: «No os fiéis de estos hombres. Pues os delatarán a los tribunales y os azotarán… y por mi causa seréis conducidos ante los gobernadores y los reyes…»
Cuando Mateo escribe esto, la persecución es el lote cotidiano de los cristianos, en la Iglesia primitiva.
Jesús había anunciado las dificultades de la misión que confiaba a sus discípulos: todo hombre que proclama el Reino de Dios debe estar dispuesto a afrontar la oposición, la contestación.
¡Qué misterio, Señor! ¿Por qué el mundo rehúsa a Dios? ¿Por qué el mundo rehúsa a los que hablan de ti? ¿Por qué los hombres persiguen a los que no desean otra cosa sino comunicarles una buena noticia? El discípulo de Jesús, el misionero sólo tiene por misión hacer el bien y decir cosas buenas. Y sin embargo, suscita la oposición.
El caso es que Dios aparece siempre, desde el exterior, como un intruso: como alguien que viene para ocupar todo el espacio, como un inoportuno. El egoísmo del hombre, su deseo de independencia son la causa del rechazo. Se rechaza al amor. Es el rechazo a dejarse tomar por Dios. Rechazo a someterse a Dios. Cuando Dios verdaderamente «reina» se acaban las pretensiones orgullosas del hombre.
Ayúdame, Señor, a someterme totalmente a ti. Ayúdame a soportar las dificultades y las oposiciones. Ayúdame a interpretarlas a la luz de tu presencia.
-No os atormentéis pensando lo que vais a decir… Puesto que no seréis vosotros quienes hablaréis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
Jesús nos pide pues que renunciemos a las preocupaciones.
«No os atormentéis». Tú, Señor, no quieres que tengamos miedo.
Ello sería signo de que aún contamos demasiado con nuestras propias fuerzas, con nuestros recursos humanos.
Se trata por lo contrario, de abrirnos a la acción de Dios: «el Espíritu hablará por vosotros». «No seréis vosotros los que hablaréis». ¡Señor! Quisiera, siguiendo tu invitación, dejarme desposeer totalmente por ti! ocupa todo mi ser. Que progresivamente llegue a ser un simple instrumento en tus manos, y al soplo de tu Espíritu.
-El que se mantendrá firme hasta el fin, sera salvado.
¡Es esto justamente lo mas difícil! Uno aguanta un momento, pero, a la larga, la cosa falla. ¡Oh, Señor, puesto que Tú me lo pides…, ayúdame también a «aguantar firme»! Que tu Espíritu venga realmente a mi espíritu.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 60 s.
2-2.
Hch 6, 8-10; 7, 54-59: Arresto y muerte de Esteban
Sal 30, 3-4.6-8.17.21
Mt 10, 17-22: Las persecuciones a los cristianos
Esteban es el primer mártir cristiano, el «protomártir», el primer cristiano que dio la vida perseguido por su fe. La primera lectura nos narra su arresto y su muerte. En medio del texto obviamos el largo discurso de Esteban. Sólo este carácter primero del martirio de Esteban es el que da un sentido a esta celebración martirial precisamente el día siguiente a la Navidad. Y el evangelio nos presenta el anuncio anticipado de Jesús de las persecuciones que acompañarán a sus discípulos.
Todo ello como para que no nos olvidemos, aun en medio de este ambiente idílico e ingenuo de la Navidad, que el niño que nace morirá en la Cruz.
El discurso de Esteban, de puro corte pascual, expresa claramente la conflictividad de la predicación de la resurrección de Jesús. ¿Por qué les ponía tan nerviosos a los judíos la predicación de la resurrección? No lo olvidemos: porque no predicaban una resurrección abstracta (algo así como la inmortalidad del alma o la simple afirmación de la vida postmortal), como a veces hacemos nosotros, sino una resurrección concreta, la del conflictivo Jesús, y por obra de un Dios Padre que al resucitarlo se metía también en el conflicto de Jesús… No es el momento de desarrollar este tema pascual. Ahora quizá simplemente debamos subrayar el valor del martirio, del testimonio que queremos acerca de este Jesucristo que ahora nos mira simplemente desde el pesebre con sus ojos bien abiertos…
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2-3.
Se acabó la poesía de la Navidad. Después de celebrar el nacimiento del Hijo de Dios como hermano nuestro, nos encontramos con el martirio del joven Esteban. Y es que ese Niño que ha nacido en Belén es el mismo que más tarde por fidelidad a su misión, entregará su vida en la Cruz para salvar a la humanidad. Jesús será el primer mártir, testigo del amor de Dios. Esteban será luego el primero entre sus seguidores que le imite en el martirio.
1. Esteban es un diácono que la comunidad ha nombrado, junto con otros seis, para cuidar de los aspectos más organizativos y benéficos de su vida. Es de cultura griega. Habla muy bien, se enfrenta con los judíos y les denuncia por su infidelidad: no han sabido reconocer al Mesías que cumple todas las esperanzas del A.T., Jesús de Nazaret. El suyo es un discurso provocativo, que supone la ruptura entre el Israel que no ha querido aceptar a Jesús y el Israel que sí le reconoce como Mesías e Hijo de Dios. Sobre todo se escandalizan cuando Esteban afirma que ve a Jesús de pie a la derecha de Dios.
Esto es lo que le lleva a la muerte. Era muy incómodo su mensaje para los que acababan de deshacerse de Jesús. Le apedrearon hasta la muerte.
El joven Esteban es un buen imitador de Cristo Jesús. Es «diácono», o sea, servidor de la comunidad, como se definía a sí mismo Jesús: he venido a servir y a dar mi vida por todos. Es mártir, o sea, testigo, hasta la muerte: Jesús fue el primero que dio testimonio de la verdad hasta las últimas consecuencias. A Esteban le acusaron, como a Jesús, de blasfemia contra la ley y el Templo. Le ajusticiaron fuera de la ciudad, como a Jesús, y murió perdonando a sus verdugos, como Cristo en la Cruz.
Celebramos el martirio de Esteban. Pero para la Iglesia el día de la muerte de un santo es el «dies natalis», el día de su verdadero nacimiento. No andamos lejos de la fiesta de ayer.
Ahora se trata del nacimiento de Esteban a su vida gloriosa, ya en comunión perfecta con Cristo Jesús.
2. Cristo anuncia a sus seguidores que les llevarán a los tribunales. Les perseguirán. Creerán que hacen un acto de culto a Dios eliminándolos. Pero no tienen que temer: el Espíritu es el que les inspirará lo que deben decir.
Esta página fue escrita cuando ya la comunidad tenía la amarga experiencia de las detenciones y los martirios, por ejemplo de Santiago. Pero la persecución la experimentaron todos: Pedro, los apóstoles, Pablo en sus varios viajes. Y el primero, Esteban. También aquí la Navidad apunta a la Pascua, con su gran decisión de entrega y de cruz, para Cristo y para sus seguidores.
3. a) Las consecuencias de la Navidad son inesperadas. De la alegría de Belén y del Dios-con-nosotros pasamos a la seriedad del testimonio de vida por coherencia con la fe. Navidad es algo más que la ternura del Niño entre pajas, acompañado por María y José y el canto de los ángeles. Creer en Jesús y seguirle comporta decisiones y tomas de postura: es signo de contradicción. Jesús lo había anunciado: sus seguidores serán perseguidos.
b) Esteban es el primero que ha dado testimonio hasta la muerte. A lo largo de la historia, cuántos cristianos han seguido a Cristo en medio de la persecución y las dificultades. Su respuesta ante las dificultades ha sido perseverar dando testimonio de Jesús y de su evangelio hasta la muerte. Que es el testimonio más creíble.
Hay martirios breves e intensos, como el de Esteban. Hay martirios largos: el testimonio y las dificultades de cada día, a lo largo de años. Tal vez éste es el nuestro. Y hoy se nos invita a no cansarnos de este amor y de esta fidelidad.
c) ¿Damos nosotros, en nuestra vida, un testimonio así de creíble para los que nos rodean? ¿o nos echamos atrás por cualquier esfuerzo que nos suponga la fe en Cristo?
Cuando surgen estas dificultades en nuestro camino de seguimiento de Cristo, ¿hacemos nuestras las palabras de confianza del salmo: «A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu», que Esteban hizo propias: «Señor Jesús, recibe mi espíritu»?
d) ¿Sabemos hacer nuestras sus últimas palabras de perdón? El ejemplo de Esteban que, a imitación del mismo Cristo, muere perdonando, es una lección para nosotros. A nosotros no nos están apedreando físicamente. Pero al cabo de la vida tenemos mil ocasiones para perdonar a nuestros hermanos. Como hemos pedido en la oración del día: «concédenos la gracia de imitar a tu mártir san Esteban, que oró por los verdugos que le daban tormento, para que nosotros aprendamos a amar a nuestros enemigos».
«Imitando a san Esteban, aprendamos a amar a nuestros enemigos» (oración)
«A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu, sé la roca de mi refugio» (salmo)
«El que persevere hasta el final, se salvará» (evangelio)
«Nos salvas por el nacimiento de tu Hijo y nos llenas de júbilo por el triunfo de Esteban» (poscomunión)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995.Págs. 110 ss.
2-4.
Hch 6, 8-10; 7, 54-59: El martirio de Esteban
Mt 10, 17-22: Testigos y mártires de Jesús
La historia de las iglesias está llena de testimonios extraordinariamente asombrosos de hombres y mujeres que dieron su vida por Cristo. Enfrentaron la persecución con la entereza de su fe y anunciaron al mundo una nueva realidad: el Reino de Dios irrumpe a pesar de la adversidad humana.
La lectura de la Praxis de los Apóstoles nos trae el singular testimonio del primer mártir cristiano. Esteban era un joven destacado entre el grupo de helenistas. Este grupo se caracterizó por su singular libertad frente a las costumbres judías; por una decidida proclamación del evangelio a los extranjeros y por su interés especial hacia el servicio social de los pobres, las viudas y los huérfanos. A algunos de ellos los acompañó el don de la Palabra y se enfrentaban a los fanáticos religiosos para rebatirles sus ideas sectarias y cerradas. Los helenistas lucharon contra la intransigencia de algunos cristianos que no comprendían la universalidad del evangelio y la necesidad de inculturarse en los pueblos griegos, egipcios y romanos. Lucharon también contra la cerrazón de los judíos, que después de la muerte de Esteban, terminó en la expulsión de los cristianos de las sinagogas.
El evangelio de Mateo nos pone en guardia precisamente contra un cristianismo fácil, un cristianismo que ignore el martirio. En boca de Jesús pone unas profecías que habrán de acompañar a los cristianos hasta el fin del mundo. Pues, los discípulos por su actitud ante el sistema vigente y las ideologías absolutistas desencadenan conflictos que ponen en peligro sus vidas. Y esa actitud nace de la fe en Cristo, de la credibilidad del camino de la cruz. Pues, si Jesús es el Señor o, en otras palabras, es quien nos ayuda a descubrir la verdad y el sentido de este mundo, entonces, al discípulo no le queda otra alternativa que la confianza total en Dios. Y esta confianza muchas veces lo llevará a dar la vida de una manera generosa.
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2-5.
San Esteban, el primer mártir.
Hch 6,8-10; 7,54-59: Relato del martirio de Esteban.
Mt 10,17-22: Advertencias de Jesús a los que le siguen.
Inmediatamente después de celebrar la alegría del nacimiento de Jesús, la iglesia nos propone reflexionar y celebrar el martirio del primer testigo Esteban.
Es como si nos recordara que el nacimiento de Jesús no es una simple celebración folklórica o un recuerdo romántico, sino un compromiso vital, una adhesión total a su vida, su mensaje y su misterio.
La vida cristiana estará, desde esta perspectiva, signada por el misterio de la cruz en el seguimiento de aquél que supo enfrentar los poderes opresores y totalitarios. La advertencia del Señor tiene este sentido. Los que se consideran dueños de la rel igión no aceptarán el mensaje revolucionario y desestructurador de Jesús y de sus discípulos, por eso la salida más inmediata será acabar con ellos.
Sin embargo, el mártir se transforma en testigo frente a los paganos, aquellos que no son del Pueblo elegido. El mártir es, frecuentemente, fuente de vida más para aquellos que no forman parte de la estructura religiosa dominante. En cambio, quienes ha n colaborado con su muerte, son incapaces de ver la fuerza de su mensaje.
Esteban es propuesto, en este sentido, un modelo de cristiano capaz de enfrentar el orden establecido dominador de entonces. Predica ante los jefes de la religión y el centro de su predicación choca con los intereses de ellos. Desconoce el valor del Te mplo como único lugar de encuentro de Dios con su Pueblo; su origen helenista lo ubicaba desde ya como un «sospechoso» de heterodoxia frente a los guardianes de la fe. Sin embargo, no tiene reparos en enfrentarlos con lo que ha descubierto al descubrir a Cristo como Señor de la historia, presente en la historia del Pueblo más allá de las estructuras o de los templos.
Se cumple en él las palabras del evangelio de este día: «un hermano denunciará a su hermano para que lo maten…». Los jefes de la religión eran, se suponía, hermanos en la misma de fe de Esteban. Sin embargo se enardecen contra él y lo apedrean sin de tenerse a pesar sus palabras. Se dejaron llevar por el fanatismo a sus estructuras y no reconocieron ni siquiera el argumento histórico de Esteban («el Altísimo no vive en casas hechas por mano de hombres, como dice el profeta…»; 7,48).
En tiempos de Navidad es bueno volver a reflexionar sobre el sentido de nuestra fe en este Niño, que tampoco nació en un Templo sino en medio de la pobreza y el desamparo, que no exigió ser reconocido por los grandes sino por los pequeños y marginados, que no buscó el poder de su misma naturaleza divina, sino la impotencia de los pobres. Este niño, desde sus inicios, se enfrentó a cualquier cálculo humano de poder. Y esto es bueno recordarlo desde que nace.
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2-6. 2001
COMENTARIO 1
La situación de los discípulos en medio de la sociedad será como la de hombres inermes ante enemigos despiadados. Así como la perícopa anterior trataba de la actitud de los discípulos y su trabajo por la paz (cf. 5,3.7-10), en ésta se describe la persecución de que van a ser objeto (5,10). El programa de las bienaventuranzas se verifica en la vida del discípulo. La actitud de éstos ante la sociedad hostil es, por una parte, de prudencia y cautela, sin meterse en la boca del lobo; por otra, de ingenuidad y sencillez, sin ser intrigantes ni retorcidos (16). Jesús desarrolla el aspecto de la cautela: no fiarse de cualquiera, porque hay muchos dispuestos a traicionarlos y entregarlos a los tribunales. Es un aviso equivalente al dado en 7,6. No tienen por qué manifestar a cualquiera el contenido del mensaje que llevan. La sociedad no tolera ese mensaje, que pone en cuestión sus mismos cimientos. De ahí la acción de los tribunales, lo mismo judíos que paganos, que será la prueba de su injusticia (17-18). En esta circunstancia difícil no deben preocuparse de lo que van a declarar ante el tribunal, pues tendrán una ayuda particular del Padre por medio del Espíritu. Se verificará lo anunciado en la bienaventuranza sobre la persecución (5,10); el rey de los perseguidos es el Padre, y su amor no les faltará un momento (19-20). El mensaje causará divisiones tremendas en la misma familia. Unos delatarán a otros, y harán que sean condenados a muerte (21). La sociedad no soportará a los discípulos. La salvación está en mantenerse firmes hasta el final. Para el discípulo, esta clase de muerte no es un fracaso, sino un éxito que corona toda su vida (22).
COMENTARIO 2
A lo largo de los siglos la Iglesia ha contado con un ejército de mártires de toda clase y condición: hombres y mujeres; viejos, adultos, jóvenes y hasta niños; papas, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos; ignorantes y sabios; pobres y ricos, cristianos de todos los tiempos, hasta nuestros días, han dado su vida por Jesucristo y su evangelio. América Latina es rica en mártires de estos últimos tiempos. Para mencionar apenas tres figuras insignes, están Monseñor Romero, obispo de San Salvador, acribillado sobre el altar de la eucaristía desde el cual tantas veces había proclamado el derecho de los pobres de su tierra. En el mismo San Salvador, el jesuita Ignacio Ellacuría y sus demás compañeros, hasta las humildes mujeres del servicio doméstico de su casa, que fueron acribillados por enseñar que los pobres son los favoritos de Jesús y por reclamar justicia en nuestro continente de tantas injusticias. Y, por último, en Guatemala, monseñor Ricciardi, asesinado en tan oscuras circunstancias un día después de presentar oficialmente el informe del episcopado sobre los muertos, desaparecidos, desplazados y torturados de la guerra en ese país. Apenas tres nombres, sólo tres, de una lista interminable de testigos de Jesucristo, no en la lejana Palestina, ni en los primeros siglos de la Iglesia, sino aquí, en nuestros países latinoamericanos, en estas últimas décadas, en estos últimos años; tal vez hoy mismo, en algún lugar del continente haya mártires -testigos-, de que el evangelio de Jesucristo es verdadera Buena Noticia para los pobres; mártires como Esteban, el primero en derramar su sangre por Jesucristo.
Tal vez no se nos conceda el honor de dar nuestra vida por el Evangelio, pero sí es una exigencia de nuestra fe el testimoniarla delante de los demás, con nuestra vida y con nuestras palabras, con nuestro compromiso por construir un mundo más humano y más justo donde podamos vivir en paz y dignamente los que nos consideramos hijos de Dios. Donde hagamos realidad las enseñanzas de aquel cuyo nacimiento estamos celebrando en estos días.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
2-7. 2002
La muerte de Esteban se presenta hoy como una forma concreta de la continuación de la Navidad en este prototipo de todos los nacidos en Cristo. El mensaje de aquella festividad se atestigua con la entrega de la propia vida que hace Esteban y luego de él, todos los mártires cristianos a lo largo de la historia.
Los valores evangélicos suscitan oposición en los poderes que procuran afirmar los privilegios fruto de un egoísmo entronizado como suprema razón de construcción de la sociedad.
En estas circunstancias, la proclamación evangélica va indisolublemente unida a la persecución de sus anunciadores. Mt 10,17 señala dos ámbitos en que se origina esa persecución: el de los paganos que conducen a los apóstoles a los tribunales, y el de los judíos que tienen la capacidad de infligir el castigo de los azotes en sus sinagogas.
El cristiano, desde Esteban hasta el final de los tiempos, deberá contar con la hostilidad de las autoridades, «gobernadores y reyes» y delante de ellos deberá ratificar su adhesión al evangelio de Jesús. Solamente de esa forma podrá ser considerado «testigo» y, por lo mismo, mantener firme la verdad de los principios anunciados y poner de manifiesto la injusticia de los detentores del poder.
El testimonio cristiano ante éstos es la única forma de desenmascarar la injusticia de su actuación y de revelar la justicia que Dios exige para la realización de un mundo más humano.
El testimonio, en esa situación, se presenta como el único camino para realizar el proyecto de Dios sobre la convivencia entre los seres humanos y sólo puede tener lugar desde una inquebrantable confianza del mensajero en la asistencia divina.
Habiéndose unido indisolublemente la persona de Dios a la realización de este proyecto, el mensajero perseguido no debe preocuparse de la forma concreta con la que debe dar respuesta a los perseguidores. Dios estará presente junto a él en ese momento, y su Espíritu será el encargado de hablar por intermedio de quienes se han adherido a la Causa de Jesús y de su Reino.
Esta asistencia divina no disminuye las resistencias. Estas se dan en los ámbitos más íntimos de la existencia y pueden surgir aún en la misma vida familiar. Los parientes más cercanos pueden alinearse y colaborar con la persecución y la muerte de los enviados. El odio a la causa de Jesús y a sus apóstoles puede adquirir dimensiones universales.
En estas difíciles circunstancias se exige mantener la adhesión del discípulo. La constancia es capaz de superar la magnitud de las oposiciones, y a esa constancia perseverante que engloba todo el arco de la vida de la persona está ligada la promesa de la salvación.
El martirio de Esteban nos llama a reflexionar sobre nuestra adhesión al proyecto de Jesús. Quizás la ausencia de rechazo por parte de los que lo oyen en nuestra proclamación se deba a que hemos buscado diluirlo disminuyendo las exigencias que comporta.
Es necesario por tanto, preguntarnos, hasta qué punto hemos firmado pactos con estructuras injustas o con los detentores injustos del poder que, nos han evitado la persecución y los peligros para nuestra vida, pero que al mismo tiempo nos han impedido ser fieles al mensaje transformador del Evangelio.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
2-8. ACI DIGITAL 2003
19. Cf. Luc. 21, 14 y nota: 14 «Tened, pues, resuelto, en vuestros corazones no pensar antes como habéis de hablar en vuestra defensa».
Promesa terrenal como las de Mat. 6, 25 – 33, pero ¿quién puede hacerla si no es un Dios? Y si El no fuera el Hijo ¿podría concebirse tanta falsía en prometer y tanta maldad en Aquel que pasó haciendo el bien (Hech. 10, 31) y desafiando a que lo hallasen en falsedad? (Juan 8, 46 s.). Esta consideración «ad absurdum» es tan impresionante, que ayuda mucho a consolidar nuestra posición íntima frente a Cristo para creerle de veras todo cuanto El diga, aunque nos parezca muy paradójico. Cf. 7, 23.
2-9. DOMINICOS 2003
San Esteban, mártir
A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid adorémosle.
A sus mártires, testigos, aplaudamos con gozo su fidelidad.
A cuantos creen que Jesús es el Hijo de Dios, felicitémosles.
A cuantos esperan la buena noticia de salvación, anunciemos
que en unas pajas, sobre un pesebre, está escondido Dios.Así celebrábamos ayer litúrgicamente el día grande del nacimiento del Hijo de Dios en el portal de Belén. Ángeles, pastores y todos los hombres de bien nos acercábamos a adorar a un niño que, según nuestra fe, es el Hijo de Dios Padre, hecho hombre por nosotros y por nuestra salvación.
Hoy cambiamos parcialmente de escenario, y en el umbral mismo del portal de Belén, nos encontramos con el primer testigo-mártir de ese Jesús, Cristo, Hijo de Dios. El testigo es un diácono, de nombre Esteban, quien –tras la muerte de Jesús y la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia- inauguró el libro interminable de los seguidores de Cristo que avanzaron con él hasta la muerte inmolada por amor. Desde una cuna nos vamos a una cruz.
San Esteban, como narran los Hechos de los apóstoles, era un hombre lleno de gracia y de poder, amable en el servicio, generoso en la entrega, pronto al perdón de los verdugos por los que oraba al Señor intensamente, diciendo: ¡Señor!, no les tengas en cuenta este pecado.
La luz de la Palabra de Dios
Hechos de los Apóstoles 6, 8-10; 7, 54-59:
“En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los Libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Oyendo sus palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia.
Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios,… y dijo: veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.
Ellos, dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y como un solo hombre se abalanzaron sobre él, le empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo… Y Esteban, cayendo de rodillas, lanzó un grito: Señor, no les tengas en cuenta este pecado. Y con estas palabras expiró”
Evangelio según san Mateo 10,17-22:
“Jesús dijo a sus apóstoles: No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os arresten no os preocupéis de lo que vais a decir…: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros…”
Reflexión para este día
Padre, perdónales. Señor, no les tengas en cuenta este pecado.
En esas dos frases tenemos marcada la línea de continuidad entre Jesús (que acaba de nacer, en la liturgia) y los discípulos que (tres su muerte y resurrección) le han seguido en la tierra, cumpliendo su imperativo de la caridad y perdón.
Es muy rápido el paso que damos en la liturgia. Estábamos adorando al Señor en la cuna y a las 24 horas vemos subir al escenario de la vida algunas almas grandes que a todos nos honran y fascinan, por su generosidad y entrega hasta el martirio; pero que no son el Niño Dios. Son sus discípulos. Parece como que la urgencia de amor que trajo a Dios al mundo quiere mostrar frutos inmediatos de generosidad, no sólo en la prodigiosa vida del Maestro sino en la germinación de discípulos.
¿No contrasta este júbilo litúrgico con el realismo de la sangre que comienza a derramarse por el nombre de Cristo, Salvador? Por desgracia, el nacimiento de Jesús no fue una bomba de amor y gracia, de verdad y justicia, de comprensión y solidaridad entre los hombres, con efectos inmediatos.
Meditemos cómo muy presto, tras los cantos de ángeles y pastores, vino el silencio, la soledad, el frío, en las grutas de Belén, en los caminos de peregrinos que huían de las espadas, en el desprecio de los hombres: ‘El Verbo vino a los suyos, y éstos no lo recibieron’.
2-10. CLARETIANOS 2003
Nacimiento y muerte, ¡qué próximos!
Nacimiento y muerte están mucho más cerca de lo que parece. Nacemos para morir. Morimos para nacer. Extraña costumbre la de la Iglesia: ¡llama “día natalicio” al día de la muerte de sus santos! Ayer celebramos la Navidad de Jesús, hoy el día natalicio de su primer mártir: el joven Esteban. Escuchemos las palabras de Jesús que nos dan la clave.
Esteban era en Jerusalén como un inmigrante: helenista, no judío. A pesar de la situación precaria en que vivían en Jerusalén, como ahora también, los inmigrantes, a pesar de una cierta marginación incluso en la comunidad cristiana, supo asumir su vocación de mensajero de la palabra de Dios y servidor de la comunidad. Su persona destellaba un esplendor especial que seducía. Hablaba de Jesús con un frescor especial. Las autoridades percibieron su peligrosidad y, por eso, acabaron enseguida con él, condenándolo a muerte y apedreándolo. San Lucas nos presenta la muerte de Esteban con rasgos muy semejantes a la de Jesús.
En el evangelio de hoy Jesús pide a sus discípulos tres cosas: 1) que no se fíen de la gente, ni siquiera de los miembros de su familia; 2) que no se preocupen de lo que van a decir o cómo lo van a decir cuando sean llevados a los tribunales; 3) que perseveren hasta el final.
Al pedirles que no se fíen de la gente, les está diciendo que sean prudentes porque cualquiera podrá delatarlos ante las autoridades. Son objeto de un odio diabólico a causa del nombre de Jesús. Si eso ocurriere, sin embargo, que no se preocupen porque: 1) el Espíritu de Dios Padre hablará a través de ellos; 2) y de ese modo tendrán la oportunidad de anunciar el Evangelio a gentiles, gobernadores y reyes. Finalmente, Jesús les recomienda perseverancia hasta el final, porque al final habrá salvación y rescate.
Cuando nace la criatura el dragón quiere devorarla. Eso nos dice el capítulo 12 del Apocalipsis. Cuando nace Jesús Herodes quiere matarlo. Cuando nace la Iglesia Esteban es apedreado y muere. Parece que no hay navidad que no traiga consigo un mensaje también de martirio.
Herodes, dragones homicidas, martirizadores son símbolos del mal que emerge allí donde hay un nuevo nacimiento. Cualquier buena iniciativa, cualquier buen sentimiento que quiera hacer cambiar una vida, encuentra siempre la oposición, un maldito demonio que quiere acabar con ello. No nos dejemos amedrentar por el mal. No le demos importancia al mal. Porque donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia.
José Cristo Rey García Paredes
(jose_cristorey@yahoo.com)
2-11. Reflexión
Decía el Padre De Lubac: “Si la vida del cristiano transcurre sin persecución, es porque en ella no está presente la vida de su Maestro; el cristiano siempre será un hombre contestado”. Si bien es cierto que no todo el tiempo la Iglesia, incluso el mismo Maestro fue perseguido, sí debemos reconocer que la persecución en todos los tiempos ha sido el signo INFALIBLE de la autenticidad de la vida evangélica, es de alguna manera la firma que Dios pone en el cristiano. Esto es lógico pues los criterios del evangelio se oponen en muchas ocasiones a los del mundo. Vivir de acuerdo al Evangelio nos pondrá tarde o temprano, en contraposición con los criterios egoístas y utilitarios del mundo. Es bonito celebrar la Navidad, día de gozo y alegría, sin embargo no debemos perder de vista, que al final del camino estará siempre la cruz.
Pbro. Ernesto María Caro
2-12. 2003
Comentario: Rev. D. Joan Busquets i Masana (Sabadell-Barcelona, España)
«Os entregarán a los tribunales y os azotarán»
Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de su primer mártir, el diácono san Esteban. El Evangelio, a veces, parece desconcertante. Ayer nos transmitía sentimientos de gozo y de alegría por el nacimiento del Niño Jesús: «Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2,20). Hoy parece como si nos quisiera poner sobre aviso ante los peligros: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán» (Mt 10,17). Es que aquellos que quieran ser testimonios, como los pastores en la alegría del nacimiento, han de ser también valientes como Esteban en el momento de proclamar la Muerte y Resurrección de aquel Niño que tenía en Él la Vida.
El mismo Espíritu que cubrió con su sombra a María, la Madre virgen, para que fuera posible la realización del plan de Dios de salvar a los hombres; el mismo Espíritu que se posó sobre los Apóstoles para que salieran de su escondrijo y difundieran la Buena Nueva —el Evangelio— por todo el mundo, es el que da fuerzas a aquel chico que discutía con los de la sinagoga y ante el que «no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba» (Hch 6,10).
Era un mártir en vida. Mártir significa “testimonio”. Y fue también mártir por su muerte. En vida hizo caso de las palabras del Maestro: «No os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento» (Mt 10,19). Esteban, «mirando al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios» (Hch 7, 55). Esteban lo vio y lo dijo. Si el cristiano hoy es un testigo de Jesucristo, lo que ha visto con los ojos de la fe lo ha de decir sin miedo con las palabras más comprensibles, es decir, con los hechos, con las obras.
2-13.
Santa Edith Stein, Teresa Benedicta de la Cruz (1891- 1942) carmelita mártir, copatrona de Europa
El misterio de Navidad, Obras completas IV, 232, ed. Monte Carmelo
“La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han podido apagar”
El Niño del pesebre extiende sus bracitos, y su sonrisa parece decir ya lo que más tarde pronunciarán los labio del hombre: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré.” (Mt 11,28)…¡Sígueme! así dicen las manos del Niño, como más tarde lo harán los labios del hombre. Así hablaron al discípulo que el Señor amaba y que ahora también pertenece al séquito del pesebre. Y San Juan, el joven con un limpio corazón de niño, lo siguió sin preguntar a dónde o para qué. Abandonó la barca de su padre y siguió al Señor por todos sus caminos hasta la cima del Gólgota.
¡Sígueme!- esto sintió también el joven Esteban. Siguió al Señor en la lucha contra el poder de las tinieblas, contra la ceguera de la obstinada incredulidad, dio testimonio de El con su palabra y con su sangre, lo siguió también en su espíritu, espíritu de Amor que lucha contra el pecado, pero que ama al pecador y que, incluso estando muriendo, intercede ante Dios por sus asesinos.
Son figuras luminosas que se arrodillan en torno al pesebre: los tiernos niños inocentes, los confiados pastores, los humildes reyes, Esteban, el discípulo entusiasta, y Juan, el discípulo predilecto. Todos ellos siguieron la llamada del Señor. Frente a ellos se alza la noche de la incomprensible dureza y de la ceguera: los escribas, que podían señalar el momento y el lugar donde el Salvador del mundo habría de nacer, pero que fueron incapaces de deducir de ahí el “Venid a Belén”; el rey Herodes que quiso quitar la vida al Señor de la Vida. Ante el Niño en el pesebre se dividen los espíritus. El es el Rey de los Reyes y Señor sobre la vida y la muerte. El pronuncia su ¡sígueme!, y el que no está con El está contra El. El nos habla también a nosotros y nos coloca frente a la decisión entre la luz y las tinieblas.
2-14. 26 Diciembre: San Esteban, promartir (S.I)
Es el «Protomártir del Cristianismo». Ya bastaría con este honroso título para ser celebrado como hace la liturgia en el día más próximo a Jesucristo, por quien derramó generosamente su sangre.
El Maestro lo había dicho: «Bienaventurados los que sufren persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos». «Bienaventurados seréis cuando os persigan y calumnien y os lleven a los tribunales por mi causa». Esteban recitaba continuamente estas palabras del Señor… Y también aquellas otras: «Os entregarán a los tribunales y a las sinagogas y os azotarán… y creerán que hacen un servicio cuando os maten».
San Lucas nos ha dejado unas páginas maravillosas de la personalidad y martirio de nuestro Santo: «Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo». Era el principal de los siete diáconos elegidos por los Apóstoles para que se encargara de la parte material de la naciente Iglesia. Ellos eran los responsables de la limosna para atender a los pobres, a las viudas y a los huérfanos, sobre todo. Esteban se distinguía entre todos los demás por su gran corazón y por los prodigios que el Señor Jesús obraba por su medio.
Era natural que los enemigos del Nazareno quisieran quitárselo de en medio, ya que les resultaba demasiado molesto. Por ello diversos grupos se confabularon en esta común empresa, pero entre todos no podían hacerle callar, ya que «era extraordinaria la sabiduría y el espíritu con que hablaba». ¿Qué hacer? Recurrir a la calumnia como hicieran unos años antes contra el Maestro: «Habla mal contra Moisés y los Profetas… No para de hablar contra el pueblo y la ley».
Lo cogieron preso y lo llevaron ante el Sanedrín. Al verlo, todos quedaron sobrecogidos de los rayos de luz que salían de su rostro. Parecía «el de un ángel». El sumo sacerdote le preguntó: «Esteban ¿es verdad lo que éstos dicen contra ti?» Y con enorme valentía contestó Esteban: «Padres y hermanos, escuchad» y les indicó que era judío como ellos, que amaba a su pueblo como ellos o más que ellos, pero que sobre aquel amor estaba la verdad. Les hizo un recuento rápido de la historia de Israel, que era la historia del amor de Dios para con su pueblo, pero que ahora había sido todo coronado por medio de la venida del Mesías anunciado y esperado, y con gran valentía, les dice sin miedo: «¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! … Ahora vosotros habéis perseguido y asesinado al Justo. Recibisteis la ley por manos de los ángeles y no la habéis observado». Esteban lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús al pie a la derecha de Dios y dijo: «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre al pie de la derecha de Dios».
«Dando un grito estentóreo se taparon los oídos y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus ropas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Y, con estas palabras, expiró».
Buen testamento para toda la posteridad éste de Esteban: Sus palabras eran una repetición de las del Maestro. Su gesto generoso, también. A Esteban le seguirán legiones de niños, jóvenes, hombres y mujeres de toda raza y nación que sellarán su amor a Jesucristo siguiendo el ejemplo de este intrépido protomártir.
2-15. Reflexión
La advertencia del Señor de guardarnos de los hombres está precedida en el Evangelio por la invitación de ser “prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas”. Nuestro Señor Jesucristo no se hacía ilusiones acerca de los hombres. Conociendo lo que había en el hombre (Jn 2, 25), sólo se confiaba a aquellos, que buscaban ante todo la mayor gloria de Dios, no sus propios intereses.
La prudencia y la sencillez no son virtudes que se excluyen mutuamente, sino que pueden complementarse, llegando a formar en el hombre un hermoso equilibrio.
La serpiente y la paloma tienen cada una su propio hábitat. Mientras que la serpiente se desliza en el suelo, la paloma se lanza por los aires. Así también el seguidor de Jesucristo debe tener los pies firmemente puestos sobre la tierra, pero su corazón debe aspirar siempre hacia lo alto.
Al encontrar apoyo en el suelo, la serpiente nunca cae. Así el cristiano también está prevenido para no exponerse al peligro, sobre todo evitando el pecado y la tibieza. Además, la serpiente no tiene brazos, así se convierte en imagen del hombre que no se apega a nada, porque usa las cosas como si no le pertenecieran, precisamente “deslizándose” entre ellas, palpándolo todo y refiriéndolo a Dios.
En tiempos antiguos los hombres se servían de las palomas para enviar correo de un lugar a otro. Así, la paloma es símbolo del que tiene una misión, un mensaje, del cristiano que debe poseer una familiaridad profunda con las cosas de Dios, para poder dar testimonio de ellas ante los demás.
Por eso, el verdadero cristiano no es ni soñador, ni terrenal, sino cándido y transparente en sus intenciones, práctico y realista al ponerlas por obra.
2-16.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No os fiéis de la gente,
porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os
harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis
testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os
preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el
Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a
sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los
hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el
que persevere hasta el final se salvará»
Parecería para nosotros un tanto contradictorio que Jesús, por un lado le
diga a los apóstoles que no serán ellos los que hablarán en su defensa, y
que por el otro les diga que perseveren hasta el final para poder salvarse.
Digo que parecería a nosotros contradictorio, pues la defensa no viene de
nuestra parte, pero, muchas veces, para nosotros, la forma de perseverar
hasta el final es, a través de nuestro esfuerzo. Siento que es ahí donde
Jesús realmente quiere llegar. A esa parte de la condición humana que cree que todo lo puede resolver, que cree que todo depende de su esfuerzo, pero, feliz aquella persona que deje actuar al Espíritu Santo en su vida. Esa llegará hasta el final. Pasarán muchas cosas, aún increíbles ante nuestros ojos y sin embargo, debemos seguir adelante, no fijándonos de la gente, sino del Espíritu de nuestro Padre que nos ha de guiar en todo momento y en todo lugar. Perseveramos, no por nuestros propios méritos, sino por la gracia de Dios en nosotros por medio de su Santo Espíritu.
Mi buen Dios, hoy quiero abrir mi corazón a la acción de tu Espíritu Santo.
Te entrego este deseo de control que me lleva a creer que yo todo lo puedo. Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén.
Miosotis
2-17. LECTURAS: HECH 6, 8-10; 7, 54-59; SAL 30; MT 10, 17-22
Hech. 6, 8-10; 7, 54-59. Los judíos libertos, que habían sido esclavizados y que de alguna forma, incluso comprándola, habían adquirido su libertad, ahora se manifiestan como esclavos, incapaces de dejarse redimir, liberar de sus esclavitudes internas por medio de Jesucristo. Esteban, con su rostro transfigurado y pareciendo como un ángel, no sólo habla de Dios, sino que nos muestra el amor, la sabiduría y la misericordia del Señor con su propia vida. Vive totalmente comprometido con el anuncio del Evangelio, aun a costa de entregar su vida por su fidelidad a Jesucristo. Ojalá y nosotros dejemos que el Señor nos libere de nuestras esclavitudes al pecado que nos llevan a actuar de un modo desordenado, y dejemos que el Espíritu Santo transforme nuestra vida para que podamos llevar, sin cobardías, el Mensaje de Salvación a todos los pueblos.
Sal. 30. Puestos en manos de Dios sabemos que Él vela por nosotros como lo hace un Padre amoroso sobre sus hijos. Ciertamente que esto no nos libra de las críticas, de las persecuciones, ni de la posible muerte a manos de los pecadores. Sin embargo, a quienes creemos en Dios como Padre nuestro, Él nos libra de la mano de nuestros enemigos, sabiendo que el último enemigo en ser vencido será la muerte. Así, Dios se levantará victorioso y nos hará partícipes de su vida eterna, donde ya no habrá ni llanto, ni luto, ni dolor, sino gozo y paz en el Señor.
Mt. 10, 17-22. Todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin se salvará. ¡Ánimo, no tengan miedo! Yo he vencido al mundo. Bienaventurados serán ustedes, cuando los persigan y maldigan por causa mía, pues sus nombres estarán escritos en el Reino de los cielos. Sin embargo no podemos buscar ser mártires por el deseo de brillar mediante él. El Señor quiere le que vivamos plenamente fieles aceptando todas las consecuencias que se nos vengan por haber creído en Él. Aprendamos a ponernos en manos del Señor y a dejarnos conducir por su Espíritu para que nos quedemos en simples transmisores de palabras humanas, sino que seamos auténticos testigos del Evangelio.
El Señor, que por salvarnos y ser fiel a las promesas de salvación que nos hizo, entregó su vida por nosotros, nos reúne en esta Eucaristía para celebrar el Sacramento de su amor por nosotros. Él, perseguido por amarnos y ponerse de parte de los pecadores y de los pobres, haciéndose en verdad Dios-con-nosotros, nos une a Él y nos participa de su mismo Espíritu para que también nosotros nos convirtamos en fieles y valientes testigos suyos. Hemos de ir tras las huellas de Cristo, cargando nuestra cruz de cada día, hasta llegar a donde Él nos espera después de haber padecido por nosotros. En la Eucaristía, al entrar en comunión de vida con el Señor, asumimos la responsabilidad de continuar su obra salvífica con todas las consecuencias que nos vengan por haber aceptado el convertirnos en apóstoles de su Evangelio.
El riesgo del profeta, del apóstol del Señor es no sólo el ser rechazado, sino perseguido, calumniado, odiado, golpeado, juzgado y condenado a muerte. No podemos, a causa de querer evitar estos riesgos, quedarnos mudos ante la proclamación del Evangelio. No podemos convertirnos en cómplices de las injusticias que se cometen contra los más desprotegidos; no podemos pasar de largo ante la pobreza y sus consecuencias en millones de hermanos nuestros. Quien es congruente con su fe y con el Evangelio debe preocuparse, no de convertirse en un líder de luchas sociales destructivas, que generan guerras, terrorismo o actitudes aplastantes injustas, sino que se ha de convertir en liberador de conciencias que generen capacidad de diálogo, de colaboración, de solidaridad. Tal vez al vivir con sinceridad nuestra fe en Cristo sin ideologías extrañas seamos perseguidos, calumniados e incluso asesinados. Esto no debe angustiarnos, pues lo único que queremos es ser fieles al Señor que, nacido de Santa María Virgen, dio su vida por amor a nosotros. Ojalá y jamás cerremos nuestra boca ante la maldad que, apoderándose del hombre, requiere fuertes llamados a la conversión. Ojalá y no por querer quedar bien ante los poderosos y gozar de sus favores, con actitudes equivocadas nos pongamos de su lado y en lugar de llamarles a la conversión les indiquemos, de una y mil formas, que sus actitudes no son nada pecaminosas. Aquel que al nacer fue recostado en un pesebre, y al morir estuvo desnudo clavado en una cruz, nos llama a creer en Él y a seguirlo con mayor lealtad.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de dejarnos guiar por el Espíritu Santo para poder convertirnos en valientes y auténticos testigos de Jesucristo y de su Evangelio. Amén.
2-18. SER TESTIGOS DE DIOS EN NAVIDAD.
Al día siguiente de la Solemnidad de la Navidad, la Iglesia nos recuerda a San Esteban, y enseguida nos dice sus “apellidos”: diácono y protomártir. ¿Quiénes eran los diáconos? Aquellos cristianos que, al ir creciendo la Iglesia, ayudaban a los apóstoles a realizar determinadas tareas: llevar la comunión a los enfermos, atender a las viudas, hacer las colectas, etc, para ser así más eficaces en el ministerio que les había encomendado el Señor. Protomártir es el otro “apellido” de Esteban, y junta dos palabras griegas de hondo calado: “protos”, que significa primero y “mártir”, que significa testigo. El primero de los que dio testimonio de Cristo con su sangre.
“Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios”. Aún tenemos en nuestras retinas la figura del Niño Dios acurrucado en el Pesebre, y a María y José velando su sueño o sus lloros. También nos ha emocionado ver a esos sencillos pastores acercarse al Portal, y dejar sus ofrendas y presentes a los pies de la cuna. ¡Qué dicha el ser testigos de un Dios hecho carne!… lo que generaciones anteriores desearon ver y no pudieron, lo que profetas durante siglos anunciaron… Sin embargo, existen otras formas de ver a Dios, y así lo hizo San Esteban. En el momento en que iba a ser lapidado vio, no sólo una figura, sino la misma gloria de Dios. Éste es el premio que se da a los testigos de Cristo, a los que derramaron su sangre por confesar su nombre.
“A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás”. De esta manera se abandona el salmista en la voluntad divina. De esta manera también deberíamos confiar plenamente en los planes que Dios tiene sobre cada uno de nosotros. Igual que San Esteban confió su destino en la Resurrección de Cristo, nosotros sabemos que pocas cosas en este mundo nos han de amedrentar. Únicamente el pecado nos puede confundir y entristecer, pero aún así sabemos que contamos con la gracia de la reconciliación, y que Dios nos concede en el sacramento de la Penitencia. ¡Qué más podemos pedir!
“Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros”. Efectivamente, hay muchas situaciones que se nos presentan y que nos agobian, que pueden quitarnos la tranquilidad interior: incomprensiones, injurias, malentendidos, difamaciones… pero Jesús es categórico: si somos fieles, el Espíritu Santo actuará y vendrá la paz. Mira al Portal, mira a Jesús, conviértete en testigo, y notarás que el Príncipe de la paz te devuelve la paz. La misma paz que en la Nochebuena proclamaba el ángel a los pastores, esa paz que surge al adentramos en la oración y contemplar a Dios en lo más humilde…, esa misma paz que el mundo nunca podrá dar hasta que reconozca a Cristo como su Señor y Rey… Aprenderás también a mirar con más simpatía a Esteban, porque aprenderás de él a ser mártir y ver la gloria de Dios donde otros ven amargura.
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2-19. San esteban, protomártir
I. Apenas hemos celebrado el Nacimiento del Señor y ya la liturgia nos propone la fiesta de San Esteban, el primero que dio su vida por ese Niño que acaba de nacer. La Iglesia quiere recordar que la Cruz está siempre muy cerca de Jesús y de los suyos. En la lucha por la santidad el cristiano se encuentra con situaciones difíciles y acometidas de los enemigos del mundo: Si el mundo os odia, sabed que antes me ha odiado a mí… (Juan 15, 18-20). La sangre de Esteban (Hechos 7, 54-60), derramada por Cristo, fue la primera, y ya no ha cesado hasta nuestros días. Cuando Pablo llegó a Roma, los Cristianos ya eran conocidos por el signo inconfundible de la Cruz y de la contradicción. Nada nos debe extrañar si alguna vez en nuestro andar hacia la santidad hemos de sufrir alguna tribulación, por ser fieles a nuestro camino en un mundo con perfiles paganos. El Señor siempre nos ayudará con Su gracia: En el mundo tendréis tribulación, pero confiad: Yo he vencido al mundo (Juan 16, 33)
II. No siempre la persecución ha sido de la misma forma. Durante los primeros siglos se pretendió destruir la fe de los cristianos con la violencia física. En otras ocasiones, sin que ésta desapareciera, los cristianos se han visto –se ven- oprimidos en sus derechos más elementales: sufren campañas dirigidas para minar su fe, dificultades para educar cristianamente a sus hijos, o se les priva de las justas oportunidades profesionales. Otras veces es la persecución solapada: ironía por ridiculizar los valores cristianos, presión ambiental que amedrenta a los más débiles, calumnia y maledicencia. Más doloroso es cuando la persecución viene de los propios hermanos en la fe movidos por envidias, celotipias y faltas de rectitud de intención, piensan que hacen un servicio a Dios (Juan 16. 2). Todas las contradicciones hay que sobrellevarlas junto al Señor en el Sagrario; allí adquiriremos fecundidad en el apostolado, y saldremos de esas pruebas con el alma más humilde y purificada.
III. El cristiano que padece persecución por seguir a Jesús sacará de esta experiencia una gran capacidad de comprensión y el propósito firme de no herir, de no agraviar, de no maltratar. El Señor nos pide, además, que oremos por quienes nos persiguen: debemos enseñar la doctrina del Evangelio sin faltar a la caridad de Jesucristo. En momentos de contrariedades es de gran ayuda fomentar la esperanza del Cielo. Nuestra Madre está cerca de nosotros especialmente en los momentos difíciles.
Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre